martes, 11 de marzo de 2014

El maestro ideal y la escuela ideal para mí!

Creo que vivimos una época de falta de vocaciones, donde muchas veces prima el encontrar un trabajo, el que sea, por encima de todo, llegando a ser menos complicado que otros objetivos meramente profesionales. Frente a esto, hay montones de maestros entregados de verdad y de aspirantes de maestros que, como yo, ya lo son sin todavía serlo.

En mi caso, como muchos otros profesores o aspirantes a serlo, considero que muchas de las cualidades y características personales que nos llevaron en su día, a emprender este sueño tan bello como sacrificado y sincero, deberían ser tenidas en cuenta a la hora de catalogar a un buen maestro.

Independientemente, de una cualificación y preparación profesional, el maestro debería acercarse a un perfil personal, siendo éste, fundamental especialmente cuando los educandos van a ser niños.

En primer lugar, si me planteo el papel del maestro, incluso desde su primer encuentro con los que van a ser sus alumnos, éste ha de ser cordial, cercano y lo más simpático posible. El maestro, tiene conseguir a través de su trato que los pequeños no tengan miedo a preguntarle o pedirle consejo cuando sea necesario,tiene ante todo, que disfrutar con su trabajo, es importante que transmita a los niños lo bien que pueden sentirse descubriendo cosas nuevas, que les estimule a descubrir por si mismos el mundo que les rodea. 

Aún acercándonos mucho a un rasgo profesional, yo hablaría de vocación. El profesional, debe mostrar entusiasmo en su quehacer diario, dado que su materia de trabajo es lo más sensible del mundo, los niños. Si un maestro tiene vocación, su profesión le entusiasmará y se entregará al máximo, por lo tanto, la paciencia no será algo que tenga que forzar artificialmente, ya que estará cumpliendo una función que le llena.
Los buenos maestros son los que hacen las buenas escuelas, ya que evidentemente, una única escuela no se puede adaptar a la diversidad de los niños, sino que son los propios niños y profesores lo que crean la identidad de la escuela.

No obstante, si tuviera que definir mi escuela ideal apostaría por un centro pequeño, acogedor, distendido y de confianza, puesto que a partir de vínculos afectivos se promueven relaciones sinceras que ayudan a un buen funcionamiento del proceso de enseñanza-aprendizaje.

En mi opinión, el modelo de escuela ideal debe basarse en un principio muy sencillo: una escuela que debe operar siempre teniendo en cuenta lo que es más beneficioso para sus alumnos. Los entornos educativos, deben ser seguros y saludables, proteger a los niños y niñas, contar con profesores cualificados, materiales adecuados y reunir unas condiciones físicas, emocionales y sociales que fomenten el aprendizaje.


En definitiva, los niños y niñas deben ser escuchados y sus derechos protegidos. Los entornos de aprendizaje deben ser un espacio donde los pequeños puedan aprender y crecer, y donde reine un respeto innato por su persona y sus distintas necesidades, es decir, la escuela perfecta debe promover la inclusión, la preocupación por las cuestiones de género, la tolerancia, la dignidad y por supuesto la potenciación de la autonomía de cada individuo. 

Ahora, os dejo un vídeo relacionado con las expectativas que se debería marcar un buen maestro. 

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