jueves, 15 de mayo de 2014

¿Qué es la innovación?

Si me planteo el significado de innovación o intento buscar una definición aceptada, puedo decir que los argumentos que tengo al alcance suelen ser bastante ambiguos, ya que existe la parte innovadora que está relacionada con la profesionalidad de un individuo concreto y la creatividad que arraiga consigo, y la innovación en sí, que intenta aplicar un centro  y  todo el equipo educativo que ejerce su sistema educativo.

Si analizo la lectura de “La aventura de innovar”, encuentro respuestas muy similares a las creencias que yo tengo sobre la innovación dentro de las culturas de las escuelas. Una idea clara y que defiendo con exactitud, es que dicho aspecto arrastra una intencionalidad que va encaminada tanto a la mejora de las didácticas profesionales como a la enseñanza que adquieren los pequeños.

La innovación va más allá del enriquecimiento educativo, hace crecer a las personas, alimenta los conocimientos de quienes apoyan esta “perspectiva” tan constructiva, regula comportamientos, fortalece vínculos afectivos, potencia estrategias de enseñanza que permiten que los aprendizajes sean más efectivos, además de combatir constantemente desacuerdos que como bien sabemos aparecen en cada una de las prácticas aplicadas.

Como he comentado en la mayoría de mis entradas “el camino se hace al andar”, por lo tanto las experiencias personales toman gran relevancia y son el punto de partida para corromper aquellas metodologías que siguen la linealidad de una enseñanza tradicional y que se adaptan al currículo que siempre establecido.

En mi opinión,  antes de que llegue la innovación debemos toparnos con personas que deseen la innovación, por esta razón, únicamente se vence un cambio en la escuela si dentro de ella deambulan profesores o trabajadores especializados que tengan ganas y la fuerza suficiente para implantar actividades que deshagan actitudes rutinarias que acomodan al profesorado.

La motivación intrínseca de cada uno de los participantes, juega aquí también un papel importante, dado que si esta no existe será difícil atraer relaciones significativas que trabajen apostando por un mismo objetivo y luchen por renovar aquellos aspectos que impiden que este sea consolidado.

Lamentablemente, este no es el único factor que impide que la innovación no se produzca, ya que entre la mayoría de las personas como regla general, suele  prevalecer el ego y su individualismo egocéntrico que no deja que fluya el trabajo en equipo, sino más bien trata de implantar una práctica encaminada a defender aquellos valores que definen de forma implícita su propio juicio.

En la misma línea, los contratiempos cotidianos que aparecen en los centros deterioran dicha innovación  y afectan directamente en las actitudes que la mayoría de los profesores muestran ante ellos. Si somos objetivos, no todo el mundo está abierto a los cambios, dicha evolución genera implicación por su parte y la verdad es, que en contraposición la monotonía y las pocas ganas de adaptarse a lo nuevo frenan por completo  conductas innovadoras que incluirían nuevos roles de enseñanza.

No obstante, no debemos generalizar, puesto que en ocasiones la influencia viene dada por la burocracia de los centros y las reformas que yacen adheridas.  Ante esto, agregar que solamente se podrá lidiar con ello si las personas que están al frente luchan por conseguir un futuro mejor, un futuro que vea la educación como los cimientos de nuestra región la cual debe ser conquistada  por nuestras generaciones venideras.

Desde mi punto de vista, remarcar, que estamos en una sociedad que vive constantemente cambios, los cuales afectan a las escuelas y a los profesores que ejercen en ellas. Esta dictadura provoca discrepancias educativas y empaña el clima de enseñanza que se necesita para que los centros sean más democráticos y se establezcan ambientes de enseñanza más distendidos y de confianza.

Si rescato la lectura “Innovación en la enseñanza: como mejora de los procesos y resultados de los aprendizajes”, puedo decir que me ha llamado mucho la atención la forma en que el autor describe dicho termino, ya que lo cataloga como un adjetivo.  Nos expone, que un profesor por el hecho de que no  innove no se tiene que etiquetar como incompetente, dado que  hay gran variedad de  formas de trasmitir conocimientos y la innovación no es un requisito sino un complemento del trabajo que se pone en marcha. Si un profesor cree en su labor y lo sabe desarrollar eficazmente, probablemente no quiera arriesgarse a introducir alternativas que no se siente capacitado para desarrollarlas con éxito.

Esta pequeña reflexión, me ha servido para darme cuenta que muchas veces he juzgado a maestros desde el desconocimiento, sin ser consciente de que ser innovador es un atributo añadido que no cualifica si dicha persona es un buen o mal profesor, sin centrarme en que lo verdaderamente importante sería la mejora de la enseñanza.

Retractándome de este pensamiento, creo firmemente que si tanto alumnos como profesores reflexionaran sobre este aspecto, muchas de las contraposiciones cambiarían, dado que aquellos que se benefician de esta virtud enriquecerían la práctica y ayudarían a aquellos profesores que por defecto no la tienen pero que a mi parecer están igual de cualificados.


Finalmente añadir, que veo la innovación como una esperanza de vida dentro de la cultura escolar, un espíritu creativo que regaría los conocimientos de los profesionales, una herramienta pedagógica que alimentaría las ganas de aprender de los alumnos y como no, un arma de doble filo que  acabaría con la monotonía de los sistemas educativos y obviamente con la acomodación de muchos maestros.